CIORAN Y LA LOCURA
Profesor Ciprian Vălcan
Profesor Ciprian Vălcan
Universidad Tibiscus
Timişoara, Rumania
Traducción Liliana Herrera
Texto
leído el viernes 21 de octubre de 2016
en el IX Encuentro Internacional Emil Cioran
en el IX Encuentro Internacional Emil Cioran
Pereira
y Cartago – Colombia
Si
el miedo de Cioran frente a la locura es descifrado leyendo sobre todo los
fragmentos de tema íntimo presentes en sus Cuadernos, fragmentos que no fueron
destinados a la publicación, reencontramos en toda su obra los numerosos
pasajes que confiesan, indirectamente, su fascinación por aquellos afectados por un extravío del
espíritu.
Se
trata o de fragmentos que ponen el énfasis en la inteligencia del loco, en la
profundidad de su mirada desengañada, o de presentaciones breves de personas
que él ha encontrado que tienen varios sufrimientos físicos de los que relata
con precisión gestos o las palabras.
La
atracción que siente por los locos está motivada por dos tipos de actitud que
funcionan simultáneamente. Se trata, de un lado, de un modelo clásico que
otorga a los locos una lucidez superior a otros semejantes, que les da acceso a
una cara de la realidad, impenetrable para otros, ofreciéndoles una precisión
de la visión imposible de igualar por los individuos que se encuentran en los
límites de la normalidad mediocre. Revelador en este sentido es el retrato del
loco del asilo de Sibiu:
“En la
primavera de 1937, cuando me paseaba por el parque del hospital
psiquiátrico de Sibiu, en Transilvania, un ‘pensionista’ me abordó. Cambiamos
algunas palabras, luego le digo: ‘Se está bien aquí. Comprendo. Por esto vale
la pena estar loco”. Me respondió. “Sin embargo, se está en una especie de
prisión. Pero vivimos sin la menor preocupación. Además la guerra se acerca,
usted lo sabe tanto como yo. Este lugar es seguro. No nos movilizan y tampoco
bombardean un manicomio. En su lugar, me haría internar en seguida”.
Turbado, maravillado, lo dejé, y traté
de saber más sobre él. Me aseguraron que era realmente loco. Loco o no, nadie
jamás me había dado un consejo más razonable".
De
otro lado, el interés de Cioran por todo lo que llega a ser chocante, insólito,
extraño, por los comportamientos provocadores e iconoclastas, es colmado por su propia experiencia al frecuentar a los
locos, quienes le ofrecen el material suficiente para una verdadera antología
de la rareza.
Gracias
a la atención que les presta, entran en
escena una finlandesa vestida de negro que pretende dramatizar; una amiga
traída al asilo por su ausencia total de miedo; la anciana que “esperando de un momento a otro el
derrumbamiento de su casa, pasa sus días y noches al acecho”, escuchando
los crujidos, irritada por el hecho de que el acontecimiento no se produce;
Jean-Yves Goldberg, encerrado en sí
mismo como una esfinge, fijo con un "mirada lejana”…
La
bretona que sufría de manía de persecución y que encontró por la noche en la
calle; la anciana que corría para coger un pedazo de los tiempos; X, gravemente
afectado, dejando observaciones que tocan el cretinismo y el genio; o la monja
que capta su atención a través de la lectura:
“Leo en un estudio psiquiátrico el caso de
una monja que, con una aguja) mojada en su sangre, escribe sobre una hoja de
papel: "¿Oh, Satanás, mi Dueño, me consagro a ti para siempre!”
Todas
estas figuras atípicas merecen ser citadas porque se salen de la media de la
vida normal. Los importantes residuos
románticos de Cioran lo llevan a hacer cuidadosamente un inventario de
estas figuras para oponerlas a las existencias comunes que lo rodean, porque
introducen lo inhabitual, la sorpresa, lo imprevisto de una civilización
asfixiada por la banalidad y la esterilidad, transgrediendo el dulce
alejandrinismo de Occidente en vías de descomposición a causa de su prosperidad
y del agotamiento irreparable de sus recursos vitales.
El
loco te obliga a tener una reacción, te fuerza a percibir, al menos por un
momento, la dimensión monstruosa del mundo, su lado abismal y solemne que
niega la asimilación lacónica de la
estupidez o del conformismo por sobre toda ideología o todo punto de vista
moral. La existencia del loco es un escándalo, un desafío al buen orden
supuesto del mundo cuyas grietas se vuelven evidentes en contacto con su ser,
completamente imprevisible y que permite desmitificar la plácida visión de
mundo del gentilhombre burgués.
En
un universo fútil y mezquino la intrusión de la demencia puede también recibir
una dimensión estética si el loco no es considerado ya desde el punto de vista
de su enfermedad, si se hace caso omiso de su sufrimiento y de su marginalidad
para que toda su existencia sea examinada a través de una óptica puramente
teatral, y su ser empírico se ha evacuado en interés del personaje al que logra
representar.
Aparte
de la pasión entomológica con la cual registra todos los retratos de los locos
que encuentra, Cioran consagra numerosas reflexiones al intento de sorprender
las características de las enfermedades psíquicas. Extremadamente diferentes
todas en amplitud, tonalidad o inspiración, las observaciones de Cioran parecen
estar subordinadas a las grandes cuestiones: ¿qué es la locura? ¿Cómo se
manifiesta? ¿Cómo podemos prevenir su liberación?
I
La primera cuestión recibe muchas respuestas
diferentes, comenzando con las respuestas lapidarias, caprichosas y cortantes,
invocadas una sola vez como soluciones posibles de un problema, continuando con
otras respuestas más elaboradas y sofisticadas sobre las cuales Cioran vuelve
periódicamente.
1.
La locura como accidente fisiológico
"El espíritu casi no es nada cuando se lo
contempla en la óptica de la locura. Está a merced de un accidente, funciona
por la gracia de una química impura. Que un poco de sangre se vuelva grumo, y
su suerte está echada. Mejor vale no
detenerse en estas miserias”.
2.
"La locura no es quizá más que un dolor que no evoluciona más".
3.
La locura como la liberación de los sufrimientos. Desde esta perspectiva
descrita en Breviario de Podredumbre, partiendo de la patética diatriba de Gloucester provocada por la enfermedad de
rey Lear, la locura es una forma de evasión, una separación salvadora entre la
intervención circular del intelecto y el mundo de las reacciones emotivas, un
encarcelamiento curativo en el universo tautológico del delirio que tiene como
fin la liberación de un sufrimiento vuelto insoportable, el hundimiento del
sujeto en el negro protector de la insensibilidad.
El
modelo construido por Cioran, probablemente influenciado también por la visión
sobre la locura de Schopenhauer, es el de una esquizofrenia benéfica,
convertida en la única solución eficaz para mantener a distancia al individuo
de la desgracia que amenaza su existencia. El espíritu, incapaz de soportar la
intensidad del dolor, es sacrificado por la vida que debe continuar a todo
precio, aún si para ella sea necesaria una escisión definitiva del sujeto, si
se deba recurrir al desencadenamiento despiadado de la enfermedad:
"Para separarnos de nuestras penas, nuestro
último recurso es el delirio; sujetos a extravíos, no encontramos más nuestras
aflicciones: paralelos a nuestros dolores y al lado de nuestras tristezas,
divagamos en una oscuridad saludable.… Aspiro a las noches del idiota, a sus
sufrimientos minerales, a la felicidad de gemir con indiferencia como si fueran
los gemidos de otro, a un calvario donde se baila y se ríe burlonamente
destruyéndose".
4.
La locura como la incapacidad de simular.
El
estado de normalidad supone la maestría plena de virtuosismo de las numerosas
técnicas de camuflaje, el conocimiento de algunas indispensables
características de comediantes, de un equipaje complejo de nociones implícitas
sobre la simulación y la disimulación, la puesta en marcha de diversas fases de
la hipocresía.
Todas
estas cosas son consideradas como indispensables para poder guardar el
equilibrio de la sociedad, para evitar el conflicto generalizado al cual podría
llevar la búsqueda sin cesar de la verdad y la exigencia inflexible de la
sinceridad. Por esto, la locura se
presenta para Cioran una especie de enfermedad que tiene por resultado la
pérdida de las costumbres impuestas por la civilización que animan a llevar la
máscara, para volver a las reacciones naturales, a la brusquedad de las
respuestas instintivas.
El
filtro de la razón no funciona más en el caso del loco; su fuerza inhibitoria
no puede manifestarse más, y la naturalidad reprimida voluntariamente se ve
devuelta a la superficie, reinando con mucha espontaneidad sobre todo el
esqueleto de su comportamiento vuelto así dinámico, directo e imprevisible:
"
X - ¿ Por qué está loco? Porque no
disfraza, porque jamás puede disfrazar su primer movimiento. Todo en él se
encuentra en estado bruto, todo en él evoca el impudor de la verdadera
naturaleza".
Pero
el tipo de sinceridad propuesto por el loco no está adaptado a los mecanismos
sociales bien conocidos que tienen como objetivo:
la
homogenización de los individuos y la armonización de sus sentimientos a través
de un proceso de domesticación que ha sido imaginado con el fin de reprimir
eficazmente las viejas pulsiones de los individuos y de modelar sus necesidades
conforme a una media considerada aceptable.
Para
no volverse contagiosa, la sinceridad del loco es censurada por su marginación
definitiva, y se lo aleja agresivamente
de la esfera del juego social enviándolo al asilo:
"Nos
atrincheramos detrás de nuestro rostro; el loco se traiciona por el suyo. Se
ofrece, se revela a otros. Habiendo perdido su máscara, publica su angustia, se
la impone al primero que llega, expone sus enigmas. Tanta indiscreción irrita.
Es normal que se lo amarre y que se lo aísle".
5.
La locura como la imposibilidad de tener bajo control la ambigüedad enfermiza
presente en cada uno de nosotros.
Esta
última explicación propuesta por Cioran, sostenida por un número mayor de
fragmentos, supone que la diferencia entre la normalidad y la locura no tiene
que ver nada con la calidad sino con el grado, y es completamente dependiente
del modo a través del cual el sujeto puede limitar las tentativas de expansión
de la demencia difusa que encuentra en sí mismo.
Si
la normalidad implica un buen manejo de la relación con las fuerzas tenebrosas
del sí mismo, si tiene por base el bloqueo de los torrentes patológicos de lo
irracional cuya aglutinación peligrosa está bloqueada gracias a un sistema de
esclusas que impiden su desencadenamiento obligándolos a quedarse en la
oscuridad, la locura representa el fracaso del intento de dominar los impulsos
extraños del sí mismo, la impotencia para detener su infiltración al nivel del
conocimiento y de impedirles volverse evidentes.
En
este sentido, Cioran parece estar muy próximo a Valéry para quien "el
hombre de mente sana es aquél que lleva el loco en el interior", pues él
llama la atención sobre el hecho de que
la dudosa frontera entre la normalidad y la alienación depende de la manera en
la que la persona sabe administrar su potencial de desequilibrio, en la que su
voluntad logra controlar los impulsos rebeldes que amenazan con destruir su
subjetividad.
Convencido
de que cada uno debe agotar la dosis de locura que recibió al nacer para
desaparecer luego, de que no existe ninguna posibilidad de ser eximido de la
confrontación con "el demente que espera, que se prepara y se organiza
antes de declararse", observando atentamente en nosotros mismos el momento
preciso para tomar ventaja, vampirizándonos la conciencia, Cioran nos advierte
sobre los peligros que nos rodean permanentemente insistiendo en el dramatismo
de la batalla que libramos todos para quedar en los límites de la normalidad.
Y
aunque finalmente conseguimos hacer frente al enemigo interior, nuestra
victoria sólo es parcial e implica serias concesiones cediendo a la locura el
espacio onírico:
"En nuestros sueños taladra el loco que está
en nosotros; después de haber comandado nuestras noches, se duerme en lo más
hondo de nosotros mismos, en el seno de la Especie; algunas veces, sin embargo,
lo escuchamos roncar en nuestros pensamientos… "
II
En
cuanto a los signos que revelan la instalación de la locura, Cioran sólo confía
en sus propias observaciones, registrando gradualmente un número significativo
de gestos y actitudes que considera reveladores para el comportamiento de un
espíritu enfermo.
Un
papel importante en esta búsqueda de indicios digna de un detective, es el que
juega el análisis de la sonrisa, al que Cioran da una gran importancia en la
operación de circunscripción de la demencia.
Partiendo de la certeza de que la sonrisa es
un signo de salud y de equilibrio, observa que el loco "más que sonreír,
ríe", y en otro contexto afirma que para saber si alguien será atacado por
la locura, basta con observar su sonrisa porque:
"Es sospechosa la sonrisa que no se adhiere a
un ser y que parece venir de otra parte, de otro, (…) nuestra sonrisa dura lo que debe durar,
sin prolongarse más allá de la ocasión o más allá del pretexto que la suscitó.
Como sólo se insinúa sobre nuestro rostro apenas sí la percibimos: está pegada
a una situación dada y se agota al instante…
La
otra, la sospechosa sobrevive al acontecimiento que la originó, se retrasa, se
perpetúa, no sabe cómo desvanecerse (…) Florece como suelta e independiente de
nuestro interlocutor: sonrisa en sí, sonrisa terrorífica, máscara que podría
recubrir no importa qué rostro: el nuestro, por ejemplo".
Al
lado de esta máscara inquietante en la que la sonrisa del loco se transforma
señalando dramáticamente su extravío, existen otros signos que revelan la
enfermedad. Según Cioran, la locura implica una serie de obsesiones
cosmogónicas, un evidente interés orientado exclusivamente hacia el futuro, las
soluciones de los fracasos buscando un chivo expiatorio, la incapacidad de
guardar una homogeneidad mental de cretinismo y de genio, la desaparición de la
fluidez de la reflexión y su sustitución por "relámpagos", la intensa
preocupación por la relación con la divinidad:
"No encontré un solo espíritu trastornado que
no hubiera tenido curiosidad por Dios. ¿Debemos concluir que existe un lazo
entre la búsqueda de lo absoluto y la desagregación del cerebro?"
Cioran
subraya también dos características comunes a la locura y al estado de
normalidad:
-La
impertinencia que considera como "el primer grado de la locura"
porque impide al individuo conocer su propia pequeñez, la falta de valor, sus
verdaderos límites.
-Los
celos, sentimiento universal que estalla incluso entre los locos en sus
momentos de lucidez, emoción que no es atenuada en absoluto por el
desencadenamiento de la enfermedad y que guarda toda su energía y toda su
virulencia:
"La locura no asfixia la envidia, ni siquiera
la calma. Así, X sale del manicomio más envenenado que nunca. Si la camisa de
fuerza no logra modificar el fondo de un ser ¿qué esperar de una cura o hasta
de la edad? Después de todo, la demencia es una conmoción más radical que la
vejez, pero ésta tampoco parece arreglar nada".
III
Para
Cioran el principal medio de luchar contra la manifestación de la locura es,
como ya lo mostramos, el esfuerzo de tener bajo control las pulsiones informes
que aspiran a sobrepasar el límite de la conciencia manifestándose bajo el
disfraz de los diferentes síntomas enfermizos, desequilibrando el ser interior
del individuo y precipitándolo hacia el caos, dejándolo a merced de los
diferentes rostros que la demencia puede tomar.
Sin
embargo, existen otras soluciones mucho más inciertas y frívolas que podrían
impedir la instalación de la enfermedad. Porque a menudo, la demencia está
considerada como la continuación infortunada de un exceso de profundidad, de la
búsqueda espasmódica de la certeza, Cioran recomienda el desarrollo de la
superficialidad, del diletantismo salvador que protege al individuo de toda
trampa posible del abismo.
El
hombre no debe atesorar sus tristezas y obsesiones, humillaciones y desgracias;
debe exteriorizar lo más de prisa posible su frustración acudiendo a las formas
simples de expresión que están a su disposición y que le permiten
desembarazarse de su carga. Así, tiene al alcance de la mano el remedio
formidable del insulto, "sus virtudes liberadoras, su función
terapéutica", él se puede desquitar en su imaginación contra aquél que le
provocó una terrible humillación, o puede encontrar un responsable sobrenatural
y maléfico para sus desgracias:
“En la época cuando el Diablo florecía, los
pánicos, los pavores, los disturbios eran los males que gozaban de protección sobrenatural:
sabíamos quién los provocaba, quién presidía su desarrollo; abandonados ahora a
ellos mismos, se han convertido en
“drama interior” o han degenerado en " psicosis ", en patología
secularizada".
Si
estos remedios prueban ser incompatibles o ineficaces, si incluso la conversión
no le parece una solución, quedan todavía dos medios para salir de la crisis:
o
preocuparse por las molestias diarias, el estancamiento en el prosaísmo
anestesiante de la cotidianidad, la evacuación de toda preocupación intelectual
a través de la orientación exclusiva de la atención hacia la evidencia de la
trivialidad, hacia la gestión minuciosa de los detalles sórdidos de la vida, o
a través de la supresión temporal de la reflexión, de la cura por la idiotez.
Más
allá de estos grandes temas de reflexión suscitados por sus interrogantes sobre
la locura, existen también algunos fragmentos que dan testimonio de la
curiosidad con la cual Cioran siempre siguió el fenómeno de la demencia. Uno de
ellos se concentra en el modo en el cual el loco se relaciona con su propia
enfermedad, la manera en la que siente o no su enfermedad. Otro fragmento
propone una imagen paradójica, mientras que el tercer fragmento evoca el
pesimismo de Cioran en lo que concierne a la posibilidad de curación de la
locura:
Más
allá de estos grandes temas de reflexión suscitados por sus interrogantes sobre
la locura, existen también algunos fragmentos que dan testimonio de la
curiosidad con la cual Cioran siempre siguió el fenómeno de la demencia. Uno de
ellos se concentra en el modo en el cual el loco se relaciona con su propia
enfermedad, la manera en la que siente o no su enfermedad. Otro fragmento
propone una imagen paradójica, mientras que el tercer fragmento evoca el
pesimismo de Cioran en lo que concierne a la posibilidad de curación de la
locura:
"Mientras que X me telefonea desde un
manicomio, me digo que no se puede hacer nada por un cerebro, que es imposible
arreglarlo, que no se ve cómo actuar sobre mil millones de células deterioradas
o rebeldes; en resumen, que el Caos no se repara".
Fascinado
por el misterio de la locura, por su mecánica excéntrica e imperturbable, por
la certeza de las tinieblas que ella propaga, pero atraído en la misma medida
por el interrogante de una razón cautiva en el movimiento de sus
investigaciones sin fin, proclamando su admiración por la impersonalidad de la catatonia pero sin
ser capaz de renunciar a la droga de la lucidez, Cioran parece dar la llave de
su pensamiento entero en el siguiente fragmento de una limpidez fulgurante:
"El
delirio, incontestablemente, es más bello que la duda, pero la duda es más sólida"
¡Gracias!
¡Mulţumesc!
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